Vistas de página en total

15,572

jueves, 15 de agosto de 2013

Sexto día, por fin algo de luz aunque oyeron un trueno.


            Seis días y cinco largas noche de visceral lucha interna. La última vez que hice el mismo proceso de limpieza fue mucho más liviano, llevable, pero está vez está siendo mucho más duro. El primer par de días, el hambre es la única y omnipresente protagonista, te consume, verifica con mano de hierro tu convicción, se ríe de ti, y lo hace de manera gradual, hasta que al final esa risa abruma cada uno de tus pensamientos; la segunda noche los sueños se convierten en un desfile de cortos sobre comida, comer o comido; algo que ahora des de la distancia se ve como simpático, pero que durante el proceso, se vive con poca gracias.
La primera vez que hice este “Colonic Fasting”, cuando se fue el hambre, estaba más o menos bien, flojo, pero bien; esta vez no, esta vez han sido cuatro días muy intensos: físicamente sin un ápice de energía y mentalmente profundamente oscuro y decaído.
            Esta noche ha sido la subida final, final y radical. Habré dormido unas cuatro horas, si las he dormido. Me fui a la cama a las 10:00 y a las 4:00 aún maldecía el reloj. Contando que estuve leyendo una hora, deja la operación en cinco inacabables horas de combate con mi mente: chillaba, jugaba, se repetía, se contradecía, se maldecía…; llegué al punto de pensar en tomarme una Dormidina, pero me pude reponer, convencer.
Entonces, cómo pasa a menudo, después de la noche ha llegado la mañana. A las ocho, debemos despertarnos para realizar el proceso de “colonización”, -para los que no sepan de que va, podrán encontrar una descripción más completa en los escritos del pasado Agosto- el litro y medio de agua con café por vía anal, el barro ingerido, así como las hierbas y vitamina C. Esto es una rutina que se debe realizar a diario, sin excepción, y hoy de verdad que no me veía con coraje de si quiera empezarla, pero una vez más, el narrador se ha convencido y lo realizado satisfactoriamente. Más tarde teníamos una de las clases teóricas y luego dos horitas de relax antes de una clase de cocina natural; el relax ha consistido en sentarnos, yo y mi compañero de hambrunas I., en el sofá, apenas hablarnos y mirar algo el móvil y mucho la pared mientras íbamos suspirando, a destiempo o coordinados. En un momento dado de este proceso de auto derrumbamiento, me encabritado conmigo, mi yo, mi subconsciente y básicamente todo lo que se menea y he decido refutarme a mi mismo y salir de ese antro de mierda interno. He meditado algo menos de media hora, para intentar encontrar algo de energía restante y cuando he creído tener y retener lo suficiente, me he puesto a andar, pero andar, andar; he andado una hora y cuarto a lo que me daban las piernas, mientras pensaba: “Sino puedes cagarlo, quémalo”, para ser franco lo pensaba en inglés porque era mucho más melódico, “if you can’t shit it, burn it”, y el cuerpo ha escuchado, carai si lo ha hecho, he empezado a sudar y cuando más sudaba más energía recibía… total que ha sido un proceso muy liberador, hasta el punto que puedo aventurarme a advenir que nos despedimos de los días grises para deleitarnos con la renovada luz que parece aparecer.

            Para acabar el relato de hoy, y con el permiso de mi compañero, voy añadir un anécdota que él ha vivido mientras yo atendía unos asuntos personales. Pues bien, resulta que I. atendía con atención la lección, -cómo siempre hace, persona responsable y respetuosa dónde las haya,- la clase de cocina de H., la “profesora, guía o como quiera definirse”, para una mejor referenciación, la clase de cocina es práctica, por lo que H. explicaba mientras manipulaba algunos de alimentos con los que trabajaban; H., es una mujer de 64 años que es la responsable de todos estos proceso de limpieza y que tiene la curiosa tendencia de que cuando esta explicando, hablando o escuchando de pie, adopta una curiosa postura de flamenco, apoyando unos de sus pies en la rodilla contraria, creando así un imperfecto pero solido triangulo; pues bien, en este momento concreto de la experiencia, ella se encontraba en esta posición, y aquí viene la anécdota, realizando su explicación ha hecho una pausa, para tirarse un boina de unos seis o siete segundos, I. no está muy seguro del tiempo, se conoce que se impacto en demasía para cronometrar en condiciones… por cierto, por los que no lo han pillado: boina = súper pedo. Pasada la boina o sombrero de mejicano, según se disponga, a proseguido su explicación sin mediar disculpa ni apunte a lo sucedido, a lo que mi amigo I. y otra de las participantes del curso, no les ha quedado otra que mirarse con cara de búho a las doce de la noche, I. ha tenido que luchar durante un largo minuto para no reventar en el suelo de risa.
- Amigo I. así es el mundo natural y de los naturistas, puedes hacer lo que dispongas mientras lo hagas actuando con naturalidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario