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sábado, 17 de enero de 2009

A los treinta, defino caminos

Son más de treinta otoños ya, ha sido, hasta el momento, un tremendo viaje, un viaje cargado de paisajes con vocación de maestros. Las montañas me han enseñado que todo y lo duro que a veces resulta subirlas, cada paso que das hacia la dirección correcta te acerca un poco más al cielo; los ríos me han contado que con la persistencia no existe nada que no puedas superar, y que cuando hay flujo, cuando no te detienes, las aguas siempre son cristalinas y rebosantes de vida; el mar me ha descubierto que solo porque a algo le veas el horizonte no significa que estés viendo el final, y que el horizonte cuando subes la montaña, con la persistencia del río se hace más amplio. Estas y muchas otras cosas son las que han ido apareciendo en mi viaje, y ahora...

Ahora he descubierto nuevas rutas, diferentes en consecuencia: enriquecedoras, empinadas, evolutivas por lo tanto. A todos los viajeros, animo a subir, a nadar y lo más importante a seguir. Lo que damos el nombre de vida, es un gran viaje dónde incluso el caer tiene sentido, quizá es lo que más sentido tiene. Este mundo de valientes, es duro si quieres permanecer dignamente en él, pero más duro és cuando intentas pasar desapercibido, elegir la dificultad para vivir con facilidad y hacer fácil lo difícil, eso es la iluminación.

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