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lunes, 17 de mayo de 2010

98% in vs 2% out.

El cerebro sólo destina el dos por ciento de su actividad al tratamiento de la información procedente del exterior; el noventa por ciento restantes lo emplea en la reelaboración interna de esta información. Con esta reflexión científica, concluyo que de ahí provienen la mayor parte de los problemas mentales del hombre, la obsesión reflexiva, para intentar dar “nuestro” sentido a las cosas, limita todas y cada una de nuestra capacidades pretéritas.

Los niños tienen una capacidad de aprendizaje mucho mayor que los adultos, viven sin pasado, sin prejuicios, por lo que no analizan, tan sólo viven, por eso absorben la información en su estado puro, sin dejarle una huella personal.

A medida que pasan los años, se adquiere experiencia, una experiencia que lo primero que crea es un “yo”, ese yo se acabará convirtiendo en el protagonista ficticio de toda nuestra existencia, es el que mandará, demandará, se quejará y lamentará cada una de nuestras acciones. Un niño no tiene ese yo y sin embargo vive, mucho mejor que nosotros, dicho sea de paso. Que les pregunten a los padres si pueden detectar cuando un niño empieza a ser dominado por ese “yo”, por ese “ego”, es el principio del fin de magia, es cuando lo divino es destruido por lo terrenal.

Los embrujados recuerdos de nuestra infancia, ¿pueden recordarnos los destellos de lo que fuimos? , No!, porque cada uno de esos recuerdos son controlados por ese “yo”… una de las maneras de retornar a ese estado, es compensando ese porcentaje del que hablamos, es decir, percibir mucho más y analizar lo mínimo posible. Ardua tarea se nos presenta, pero siempre nos quedará la “Neuroplasticidad”.

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