Queridos
lectores me dispongo hoy a realizar el primer escrito comprometido de la corta
historia de este blog. Me lanzo aupado por la sensación generalizada de que los
secretos de “los de arriba”, hace tiempo no están ya a salvo y con en esta
celebración conjunta quiero disponer también yo mi humilde regalo.
Pasó
hace menos de un mes, mientras pasaba unos días en Busuanga, que curiosos caprichos los del destino: en
Busuanga descubrí la verdad de Botswana. A nuestra llegada al resort, dónde
pasaríamos tres noches, nos encontramos a dos hombres de unos sesenta y pico
años, sentados y tomando unas cervezas. Uno de ellos se dirigió a uno de
nosotros, no voy revelar la identidad de ninguna otra persona que no sea yo, ya
que no puedo responsabilizar a nadie más de mi escrito; mi amigo llevaba ya días
hospedado en el mismo resort, por lo que conocía algunos de sus huéspedes, el que se dirigió a él era un sudafricano, y
a parte de los requeridos saludos lanzó un curioso: ¿Cómo está vuestro rey?.
Nosotros entendiéndolo como una simple broma contestamos con nuestro
republicanismo y este contra replicó con una ancha y sincera sonrisa.
La
mañana siguiente hicimos lo que el viaje nos requería y después de un intenso
día de visitas y calibraciones, volvimos al resort de nuevo, nos duchamos y
subimos a tomar una cerveza desde el restaurante y apuntando directamente a la
puesta de sol que empezaba a transformar los colores de la zona. Mientras me
preparaba para el mágico momento, mi concentración se veía alterada por
estruendosas risas perpetradas por cuatro “abueletes” que se habían hecho con
el control total de la única barra de bar del resort, garantizando que esta había sido
conquistada hacía horas, a fe de su dudoso estado etílico. Uno de los cuatro
fantásticos era nuestro sudafricano que por segunda vez consecutiva, volvió a
mostrar interés por el estado del monarca con una burlona sonrisa; ¿Por qué
tanto interés?, me pregunté sin mucha obsesión.
La
puesta de sol, pasó, cómo lo acaban haciendo todas y mientras la noche
ennegrecía los paisajes y algunas de las almas allí presentes, decidimos
mezclarnos con la gente del resort que ya se reunía en torno a la colonizada
barra, el alcohol fluía y las mentes se auto consentían cada vez más. Ahí es
dónde y cuándo la historia vio la luz, al empezar la noche. Mi amigo se sentó
hombro con hombro con el mencionado sujeto, que con un constante baile de torso
intentaba mantener su posición en el taburete. Me fije en la conversación ya
que volvió a interesarse por el monarca y esta tercera vez ya me resultó
exagerada, pero esta vez no espero respuesta y comenzó así su relato.
El
resumen es sencillo, ese hombre dirigía una compañía de helicópteros de
alquiler en la zona dónde Charlie tumbaba inmensos mamíferos, herbívoros y
pacíficos por naturaleza, con su rifle de largo alcance. Pues bien, el monarca,
no tuvo ningún accidente durante la cacería, que creéis que se esperan a tener
los elefantes a menos de diez metros para disparar un rifle de cientos de
metros de alcance, no; la cacería fue bien, el problema vino, y ya veréis si “vino”,
con la sucesiva cena. El rey cenó con el “benefactor” que costeó la matanza, y
lo hicieron con todos los lujos que conlleva cenar con un monarca; y amigos, el
alcohol fluyó y de qué manera. Parece ser que se centraron únicamente con el
vino, vino de esos que la mayoría de nosotros no nos atreveríamos nunca a
comprar. Las botellas se sucedían, yo creo pensar que era porque el rey no
podía con los remordimientos de conciencia de sus actos perpetrados hacía unas
pocas horas, o quizá atormentado por la situación de sus súbditos en su perjudicado
reinado; esa duda no me la pudieron esclarecer.
Así que después de una larga cena, el rey perjudicado, tuvo uno de esos
tropiezos que lo han lanzado a la fama, y con una simple y penosa caída, se
rompió. No por un ataque salvaje, por un tropiezo puro y simple.
A
su favor decir que mostró coraje y entereza, hasta el punto que costó muchos
minutos convencerlo de que no podía llevar él el helicóptero para llevarlo al
hospital, mientras este pregonaba sus pericias de piloto. Al final, desistió,
creo yo al darse cuenta que era un simple helicóptero de transporte y por
consiguiente no tenía ni metralletas, ni misiles.
Sobre
la veracidad de este escrito, sólo puedo dejaros mi palabra, porque por respeto
a los protagonista no puedo revelar fuentes, nombres o algunos otros detalles.
La historia era veraz, su constante idiotez protagonista a lo largo del relato
le daba la consistencia necesaria para su veracidad. Esta es pues, otra de las
curiosas historias que no hacen sino explosionar la leyenda de uno de los reyes
con más protagonismo del siglo XXI.
Es que está muy mayor y no nos aguanta
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