Echaré
de menos cada uno de los pasos que he dado, los acertados, los ambiguos, los
equivocados así como cada una de mis caídas. Cuando más ando, más me apego a mi
camino, esta es la principal razón que me obliga a detenerme y cambiar mi forma
de andar, sino lo hago, pronto será tarde y nunca llegaré al ahora. Siddhartha
proclamó que antes de la abolición del yo uno debía empaparse de uno mismo,
creo que esta etapa ya la he quemado y aunque la extrañaré durante muchas
noches, ha llegado el momento de afrontar otra vía, la antepenúltima.
Me
he permitido todas las propuestas, incluso cuando sabía por anticipado lo
erróneas que eran, porque comprendo que es el error el padre de la solución.
Durante todo este tiempo de alimentación del ego siempre he procurado ser
respetuoso con todos mis compañeros de viaje, ya fueran esporádicos, continuos
o únicos e inmediatos. He disfrutado más que sufrido, reído más que llorado y he
preferido más el movimiento que el estancamiento.
Ha
sido un tiempo de aprender, aprender y
aprender; ahora que sé más que antes me doy cuenta que deberé olvidarme
de todo lo que creo cómo cierto para empezar desnudo una vez más, sólo así
podré despistarme a mí mismo para que pueda surgir alguien diferente. Algunos
se confundirán entendiendo que quiero deshacerme de una parte negativa de mi o
alguna conclusión parecida, pero lo que voy a intentar va más allá, no estoy
nada convencido de poder con esta nueva empresa, pero sí que me garantizo que
es lo único que tengo intención de hacer. Realizarnos de la caducidad que tiene
nuestro tiempo, a algunos nos obliga a mirar hacia la eternidad, el mundo está
lleno de escondidos signos que señalan hacia arriba, seguirlos o no es una
decisión propia o a veces una llamada y cómo toda decisión o llamada nadie
conoce su verdadera significado hasta que no llega al final, por lo que una vez
más se resume en nuestra particular historia.
Alargaré
unos días mi obsoleta aventura antes de comenzar el Nuevo Destino, para poder
despedirme debidamente de elementos que extrañaré intensamente: quiero decir
adiós y gracias. Con el testimonio de este escrito quiero reivindicar que
entiendo a la mayoría de nosotros mismos, qué difícil es relegar a un segundo
término nuestro yo, no hay cosa más adictiva que nosotros mismos, que nuestros
ruegos, vicios, deseos, problemas, alegrías, superaciones, instintos,
vivencias… incómoda no saber nunca con certeza sí la dirección escogida es la
adecuada pero al mismo tiempo es lo que da color a nuestros días, el hecho de
pensar continuamente que quizá nos equivocamos, porque esto da mucho más valor
nuestros logros. Con lo poco que sé, sólo puedo decir casi con certeza que no
hay camino correcto, que lo único correcto es caminar.